Escucháis un ahogado quejido que dice "Syne...", el
silencio de la gruta en la que os encontráis frente al cadáver de
la bestia abatida, roto por un "Syne...". En un momento, en
segundos la muchacha pierde casi su coraje reconociendo en esa voz a
su hermano, mientras aún resuena en las paredes de piedra ese débil
quejido... "Syne..."
Os acercáis hacía el origen de aquel sonido, buscando esperanza, un
superviviente... preguntándoos... "¿Querrán acaso los dioses
que esta bestia sanguinaria haya dejado un superviviente escondido en
esta caverna llena de huesos y restos de sus víctimas..." Y con
voz clara, a través de los hechos que se suceden, os respondemos.
Sí, queremos.
Entre un montón de cuerpos en descomposición una mano se alza,
temblorosa, débil y sucia, pidiendo ayuda, Syne queda petrificada,
son muchas las ideas y emociones que pasan a toda velocidad por su
humana mente, Aikar, tú, reaccionas más rápido, bajas a la pila de
cuerpos y consigues sacar a un hombre, está herido por una
dentellada, está grave, pero sigue vivo, quizás tenga una
oportunidad de seguir luchando por su vida, pero va a ser una lucha
muy difícil.
¿Cuanto ha pasado ya ese pobre muchacho? Tras recibir una ataque de
aquella bestia sanguinaria y ser dado por muerto por la misma, tras
haber pasado días entre inmundo y fétidos cadáveres, sin moverse
un ápice sufriendo un nauseabundo calor, sed hambre, dolor por su
herida, haciéndose pasar por uno de aquellos desgraciados,
asesinados, a la espera de un milagro que le salvara la vida, de
alguien que le rescatara... ¿Cuanto ha sufrido? ¿Cuanto ha rezado,
tanto para ser salvado por nuestra mano, como para que ese infierno
terminara de una vez aunque el desenlace conllevara su muerte?
Bueno, hemos decidido responder a sus súplicas, enviando a nuestro
agente semidios, en su ayuda, atendiendo su primer rezo, y
planteándonos el segundo... Ya que éste no es el final de su lucha
por sobrevivir, sólo la recta final. Y su futuro, sea la muerte o la
vida, sólo depende de nuestras manos y nuestro juicio...
Lo sacáis de la cueva, alejándolo de aquel inmundo y grotesco
lugar... Le lleváis agua, limpiáis su herida, hacéis una hoguera y
con la punta de un cuchillo cauterizáis su herida. El muchacho es
fuerte, es joven, pero no puede evitar gritar ante el dolor que le
infringís, ya que la cauterización, además de necesaria, es
dolorosa. El joven se llama Myrton, recuerda su nombre joven Aikar,
el no olvidará el tuyo, el de su salvador... Es lo último que
memoriza antes de caer inconsciente por la debilidad y el esfuerzo
sufrido.
Syne y tú, Aikar, decidís acampar a la entrada de aquella cueva,
recuperar fuerzas y sobre todo atender a Myrton para que las
recupere, pues en sus condiciones actuales sería muy peligroso
transportarlo por aquellos montes. Pasaréis unos días allí hasta
que coja fuerzas y luego marcharéis.
Al poco de trazar el plan Syne queda dormida, está agotada, tú
también pero por tu condición, por los genes que componen tu ser,
tienes una resistencia y fuerza distintas a las de los mortales... De
esta manera consigues mantener una vigía durante la noche, al no
caer en un sueño tan profundo como el de tus dos compañeros.
Al abrigo de la hoguera, sentado y con la espalda apoyada en un
árbol, observas tu nueva espada, la espada que casi por arte de
magia encontraste en un momento decisivo en tu duelo contra aquél
gigantesco lobo. Observas la espada, cada uno de sus detalles. Es una
majaira.
Observas el pomo con forma de una especie de garra de halcón, la
empuñadura de madera negra y cuidada, cubierta por hileras de puntos
tallados. Un gavilán rectangular y tallado separa la empuñadura de
la hoja. Ésta es alargada y afilada por ambos lados, y en el
nacimiento posee una serie de pares de aspas doradas por ambos lados,
donde estas terminan, nace una franja dorada que fluye separando la
hoja en dos mitades.
Es una gran espada, lo sientes nada más empuñarla, pero, ¿Acaso
crees que es fruto de la casualidad que llegara a tus manos? No te
planteas eso siquiera, has aprendido la lección, eso te hace sabio,
joven Aikar... Cuando saliste de Delfos no bastaba con que hubieras
hecho esa peregrinación con que hubieras ennoblecido tu espíritu
con sabiduría, tenías que demostrarnos que ese cambio había sido
definitivo y no temporal, tenías que demostrar como era tu nuevo
ser, como eras un nuevo hombre, más sabio, mejor... Y lo has
demostrado, has cumplido con los dioses, y Zeus, el padre de todos,
te demuestra que nosotros cumplimos contigo, poniendo esa espada en
tu camino. Has superado la prueba, has purificado tu alma y aquí
tienes tu recompensa... Pero no te equivoques, muchacho, te damos esa
espada porque queremos, has cumplido tu deber, y eso no merece
recompensa en si mismo, es nuestra voluntad hacerte este regalo, no
nuestro deber. No olvides que cometiste un error, caíste en la
debilidad de tu parte humana dejando que la violencia y la necedad
embriagaran tu mente con el veneno de Ares, se te ha dado una segunda
oportunidad, no habrá una tercera.
Sin embargo, te auguramos, no es la única sorpresa que te llevarás
en los próximos días.
A la mañana siguiente bajas a un río cercano, aún tu brazo está
empapado en la sangre del día anterior, Syne ha ido a cazar algo,
sin embargo quedas perplejo al verla en el río, al parecer ha tenido
la misma idea que tú, vuestras miradas se encuentran un segundo,
sólo un segundo en el que vuestros ojos se encuentran y se clavan en
los del otro... En seguida te das la vuelta y ella sumerge todo su
cuerpo en el cauce del río, intentando tapar su desnudez, de
espaldas a ella, levantas una mano a modo de disculpa y sin volverte,
aún sonrojado, tanto como ella, te alejas del río...
Quizás vuestro intento sea el de engañaros a vosotros, pero a
nosotros no podéis, es evidente el vínculo que la aventura a
creado, podemos verlo, perfectamente desde nuestro estrado
olímpico... Que inocente es la juventud a veces, incluso en
circunstancias cómo éstas.
Os encontráis horas después en vuestro campamento, creado a la
entrada de la cueva, ambos habéis podido lavaros los restos del
duelo del día anterior, y se os ve mejor sin la suciedad, cuando
vuestra mirada se encuentra, ya es cómplice, y sin mediar palabra
sobre el encuentro en el río, ambos esbozáis un tímida sonrisa
dejando el tema por zanjado. Tras nutriros con un par de liebres que
ha conseguido cazar Syne, Myrtón y la misma te comunican sus planes,
Aikar. Quieren acompañarte en tu viaje, se sienten en deuda contigo
por tu ayuda, y creen que es lo más prudente que pueden hacer.
Aunque quizás uno de los dos tenga otras motivaciones...
Tú sabes perfectamente, que necesitarás ayuda cuando vayas hacía
Ambracia, a pesar de tu condición semidivina, tu abuelo sigue
teniendo un ejercito de su parte, y ni siquiera tú, pese a tu
entrenamiento y educación, puedes solo con un ejercito. Te piden un
par de semanas, para recuperarse y llevar el cadáver de la bestia a
su poblado, a modo de prueba, de que han cumplido su tarea y de que
han liberado de esa bestia a las gentes del lugar. Tú aceptas.
Volverás al pueblo pesquero, los esperarás allí.
Tras pasar unos días más en los montes, Myrtón consigue reunir
fuerzas para emprender el viaje, su herida está casi curada y
empezáis la marcha, vuestros caminos se separan momentáneamente.
Tus ojos y los de Syne vuelven a encontrarse... Antes e despediros.
Cuando vuelves al poblado, te esperan tus compañeros náufragos, ya
están recuperados y vitorean tu victoria contra aquella bestia, te
comunican su deseo de acompañarte también en tu misión, una docena
de hombres duros curtidos en la mar, te vendrán bastante bien,
aunque tendrás que darles un adiestramiento para que aprendan a
luchar como guerreros... No te costará. Sin embargo esa no es la
única noticia positiva que recibes, y es que misteriosamente, casi
por obra divina, quien lo diría, los pescadores han capturado entre
sus redes una presa de lo más peculiar... Tu panoplia completa, tu
lanza y tu espada... Quien diría que volverían a tus manos,
¿verdad?
Ser nuestro adalid, es recorrer un camino lleno de sorpresas, ¿No
crees, joven Aikar?
Pasa el tiempo estipulado y tú y tus hombres, ponéis rumbo, os
encontráis con Syne y Myrtón, su hermano... Parece que poco a poco
vas conformado una fuerza poderosa de aliados y compañeros... ¿No
es así, Aikar? Bien, aún tu abuelo no lo sabe, siquiera lo intuye,
pero el castigo que ha de recibir por sus viles actos se acerca, y
será implacable... Descubrirá su error y su debilidad al elegir
como dios protector al infame Ares, verá su necedad al convertirse
en su sumisa marioneta y en su irremediable cabeza de turco... Y
entonces, con sus últimos estertores mirará al cielo, buscando
nuestra protección, y suplicará... "Clemencia, por favor..."
y entonces nosotros, desde nuestra olímpica morada, sin apenas
volver la cabeza para verlo, sin prestarle atención o respeto
susurraremos con desgana... "No..." Antes de que hundas en
su pecho tu espada, consumando el castigo que se forjó el día de tu
nacimiento.
Has tomado una decisión Aikar, y eso honra a tu moral. Has decidido
no tomar barco alguno hacía Ambracia, has decidido ir a pie,
recorrer el camino, pues ésta aventura te ha enseñado algo. Y es
que hay mucha gente en este mundo que regimos, que necesita ayuda,
que enfrenta a bestias y demonios que trascienden la
invulnerabilidad... Y decides hacer de su necesidad, tu causa. Poner
tu vida y empeño en defenderlos, por eso recorres el camino largo
hacía tu destino final, el camino que pasa por ayudar a los que te
puedan necesitar, eso te honra, los respetamos, y lo valoramos, ve,
joven Genniakaro, ayuda a aquellos que no poseen la fuerza para poder
triunfar contra los villanos y crueles enemigos que les atosigan,
lucha por ellos, por los débiles, por los buenos. Cumple tu destino,
el castigo de tu abuelo llegará y los dioses somos pacientes, no te
atosigaremos con esa tarea mientras sigas la línea recta que has
decidido recorrer.
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