20/4/17

Ira.

 Ira. Pues aquí me hallo, sintiéndola. Es 23 de diciembre, son las cinco y media y voy en bus a casa y eso es lo que siento. Y escribo porqué sino voy a reventar. Es tal la que siento que mientras escribo cada vez que pulso la barra espaciadora le meto unas hostias que parece que la voy a sacar por el otro lado del portátil ¿Qué por qué la siento? No sabría decir bien porqué, se que si intento hablar con alguien ahora, se me va a atragantar y me voy a asfixiar con ella incrustada en la laringe, así que mejor escribir, que aunque no salga, si alivia.
Estoy realmente cabreado y siento cerca esa aptitud oscura que no me gusta sentir, ni que me gusta tener. Pero realmente es la que mejor sabe controlar estás cosas. Ahora un whatssapp de esa persona. Debería mirarlo, seguro que me calmaría y me aliviaría, pero paso porqué la decepción de una respuesta monótona o simple me enfadaría aún más. ¿con quien estoy enfadado? Conmigo mismo, seguramente, otra vez más, no hay mejor enemigo, que le vamos ha hacer.
Es simplemente el odio de sentirme auténticamente incomprendido, de sentirme sólo, de sentir que nadie pude ni quiere comprenderme, que intentar explicar a alguien que me pasa, en busca de algún consuelo, en busca de desahogo, es una empresa inútil. Porqué lo único que voy a sentir es que le da igual lo que le cuento, que no le interesa y que siente, que escuchándome está perdiendo su tiempo. Son pensamientos, absurdos, equivocados, quizás no sean muchas, pero las personas de mi vida en las que confío realmente me quieren, amigos, familiares y por supuesto mi chica.. Pero la ira es irracional y aunque la teoría está clara, lo que siento es lo que siento.
Y siento ira, Por cierto, este es la entrada número 13 de los que llevo de este tipo, buen número, si señor. Como decía, siento ira, siento soledad y siento incomprensión y por algún motivo, no soy capaz de expulsarla, de dejarla ir, noto como se concentra en mí, como me estoy poniendo rabioso, y no la puedo dejar marchar porqué no siento que haya nada ni nadie que pueda aliviarla. De nuevo vuelvo a los pensamientos oscuros, al oscuro pozo, mañana se me pasará, tal vez incluso hoy. Ya no es como ese tiempo en el que estaba sumido noche y día, semana tras semana en este agujero. Hay quien se ha esforzado por sacarme de él. Pero da igual, hoy lo siento, y aunque sea pasajero lo siento. He aprendido a interiorizarla, a no hacer estupideces cuando estoy así, a no ser un peligro para mi mismo, ni meterme en problemas con los que hacerme daño para sacarla... No se si es mejor guardarla y no dejar que salga, a primera vista es menos conflictivo y menos llamativo también.
Bien es cierto que cuando me metía en líos, al menos me duraba hasta que salía del lío, y luego como nuevo. Pero a raíz de que demasiada gente buscara que no me metiera en esas situaciones complicadas en vez de que dejara de sentir lo que me hacía ir a ellos... Simplemente lo interioricé, ahora caigo mucho más hondo y mi mente queda mucho más perturbada, pero ya nadie se da cuenta de estas cosas, nadie tiene que aguantar las historias y las cicatrices sobre lo que pasó, y al fin y al cabo, eso es lo importante ¿no?

Estaré equivocado, así lo pienso, mañana despertaré y ya no lo sentiré, estaré bien y de nuevo alegre bueno y cariñoso con los que me rodean. Pero hoy no lo siento así y sólo puedo sentir ira, deseos de autodestrucción y desconfianza de todo lo externo. Me esta ahogando, este peso casi no me deja respirar, pero tampoco soy capaz de soltarlo. La vida me dio una puñalada en el pecho, tan honda que me impidió hasta el día de hoy confiar cuando más lo necesito. La paranoia ha rellenado los huecos que esa herida dejó, de quien la provocó ya no sé, nada, lo que sé es que ahora, en este momento, con estos sentimientos, quien me hable de hermandad, de confianza, lealtad, honor quien me venga con "cuenta conmigo" quien venga con los brazos abiertos a consolarme y a ayudarme sólo recibirá como visión mi espalda, mientra yo me voy, porque ahora, ahora mismo, así, no puedo confiar en nadie. Así reviente, así me devoré este cáncer espiritual, para volver a estar en paz conmigo mismo, mis valores y mis sentimientos necesito mucho más y se qué nunca voy a poder estar en paz. La expectativa son lapsos llenos de oscuridad como estos, y luego que pase mucho tiempo entre el siguiente. Ensayar la careta que he de poner cuando me pregunten "¿estás enfadado?". Y a seguir sólo contra esto. Estoy hasta la polla es la mejor definición, pero me siento sólo es la verdaderamente correcta.

1/4/17

Vale, pater.

 Ahora yaces en el suelo, inerte... Te lo advertí, no dirás que no te lo advertí...
El sol sale, tímido, tenue, superviviente a una noche invernal llena de oscuridad. Mis ojos se abren cuando uno de esos escasos rayos de sol se posa en mi mejilla. Cuando noto un calor natural en ella, un calor reconfortante, un calor amistoso, un calor como el que no he sentido desde hace demasiado ya. Un calor similar al de un beso, al de una caricia... Casi he olvidado que es eso, sumido en tanta depresión, en tanto estrés, en tanta violencia.
Mis ojos pestañean, se han abierto con calma, con tranquilidad, lentamente, y empiezo a ser consciente de que he despertado, me hayo en ese momento en el que el sueño, aún no ha abandonado del todo tu cuerpo y no recuerdas en el infierno en el que vives.
Un infierno creado por un tirano, cuyos lazos hacía él te impiden reaccionar contra su crueldad... Un infierno innecesario, un infierno que domina un lugar donde sólo habría de haber amor, cariño... Un infierno creado por tu propio padre, por sus abusos y su maltrato, de los cuales ya sólo eres espectador y no víctima... Pues tu tamaño, tu edad, le impiden alzarse más alto, más poderoso, más fuerte que tú, para dominarte.
Día a día lo sufres, lo aguantas, intentas ver a tu padre... Pero sólo ves un monstruo allí donde miras, y el cariño que un día hubieras podido procesar hacía tu progenitor, el amor que debería despertar en ti, se va desvaneciendo, tu paciencia se agota y la máscara de humanidad que el se pone, cada vez tapa peor lo que es en verdad. Al principio intentas mediar entre quien de verdad sufre sus abusos y él, tu madre y tú, no podéis concebir, entender, que eso pase de verdad, que eso esté ocurriendo, pues es normal.
Un padre, un marido, un hombre de verdad no hace esas cosas, un hombre defiende a su familia, y la ama, la protege... Pero eso con lo que convivís no es un hombre... es sólo un saco de mierda al que os cuesta verle su verdadera cara, por lo que se supone que debería ser, pero en verdad no es.
Pero un día eso que fluye por ti, en tu educación, en lo que la sociedad te enseña, esos valores, se agotan y te quitas esa venda de los ojos, esa venda de ingenuidad, esa venda que te hace buscar el lado bueno de alguien, que en verdad, no lo tiene.
Y dices "basta", lo gritas, estallas, te pones en medio, te alzas de pie entre tu pobre e indefensa madre y el monstruo que la aterroriza y la pisotea, te pones en medio, pero esta vez no es para recibir los golpes que son para tu madre e intentar calmar al que los propina... Esta vez agarras sus muñecas, con fuerza. Esta vez no hay compasión, calma o amor. Esta vez hay odio, esta vez hay ira. Y el último resquicio de calma de ti suelta una advertencia. "No vuelvas a ponerle una mano encima a mi madre". No hace falta gritarlo, lo dices a un volumen normal, no necesitas chillar, la frase suena contundente por si sola, refleja toda la amargura de tantos años viviendo con ese monstruo.
Las cosas se relajaran y el volverá a enseñar su rostro más amable y generoso, esperando que os olvidéis de lo ocurrido, hasta la próxima... Ella quizás se olvide. Pero tú... Tú no lo harás.
Pero ahora despierto... Y cuando se ha disuelto el sueño, lo oigo. Oigo lágrimas, y reconozco enseguida de donde vienen, se que está pasando, pero no puedo creerlo, no quiero creerlo, me levanto, quedando erguido sobre la cama. Escuchando con más atención, esperando que no sea lo que parece... Pero las lágrimas y la voz de ese monstruo, justificando por lo que acaba de ver, no dejan lugar a dudas.
Y entonces estallo, pero dentro de mi no hay ira, sólo determinación, voy a acabar con eso ahora mismo.
Llegó y veo en la cocina, ella esta arrodillada, llorando desconsolada y él, de pies... Tiene una mano sangrando, un corte muy, muy profundo, y veo cristales en el suelo, los cristales de una ventana... Se ha cortado con ella seguro, y lo sé, aún sin preguntarlo, lo adivino, aún sin escucharlos, lo averiguo.
Mi prioridad es mi prioridad. Me acercó y veo en su mano un corte profundo, ella intenta esconderlo, sabe que va a pasar. Él se mantiene de pie, no sé a que espera, quizás a que todo salga bien... Imposible. Miro la herida un última vez y sangra, sangra muchísimo. Y entonces la levanto y me la llevo de la cocina. Le digo que vaya a lavársela que vaya a curarla, y en cuanto sale de la cocina cierro la puerta y la atranco.
Me giro y le miro a los ojos. "te lo advertí" digo, y es lo último que él oirá de mí. Me voy a por él, está estupefacto, pone sus brazos en actitud defensiva, está asustado, ahora no es alguien indefenso quien está delante suyo, alguien que le tema... No, ya no.
Le agarro del cuello y empiezo a darle puñetazos, con todas mis fuerzas. En seguida pierde el equilibrio y cae al suelo y yo le sigo, sin soltarle, dándole puñetazos. Dándole sin parar, destrozando su cara. Intenta escapar, y coge uno de los cristales del suelo, e intenta usarlo contra mí, es muy lento, muy viejo, muy inútil, muy cobarde incluso para salvar su propia vida. Agarro su mano de la muñeca y la aprieto, como si mis manos fueran un atenaza, oigo un "crack" y el grita de nuevo, creo que le he roto la muñeca, su mano se afloja y cojo el cristal.
Oigo golpes en la puerta, mi madre me pide que la abra, desesperada. Sabe que está pasando, y quiere evitarlo, no por él, sino por mí, quiere protegerme de mi mismo. Lo único que recibe es un "¡No entres, no entres aquí!" que repito varias veces.
Cojo el cristal, como si de un puñal se tratase, me corta las manos y los dedos, pero no lo suelto, aunque el dolor me arda en mi mano, aunque esta quede inútil para siempre por los cortes. Y empiezo a dar aguijonazos en su cuello, su cara es de impresión... Cómo si hasta ahora, esperara salvarse, esperara que su hijo lo soltase o quizás salir victorioso de algún modo... No ya no va a pasar eso. Ya no.
Mientras la perplejidad bañada de miedo, se adueña de su expresión yo sigo apuñalando su cuello sin soltarlo, no pienso dejar que se me escape. Le repito a mi madre que no entre, la sangre me salpica, estoy empapado, el ya no se mueve, creo que ha muerto, está irreconocible. Me levanto, ahora el monstruo soy yo, un parricida bautizado en la sangre del dragón... Ya no repito a mi madre nada, el escándalo a cesado y ella a dejado de intentar abrir la puerta que nos separa, consciente de que he consumado el castigo que él merecía pero que yo no debía haber sentenciado... Por último miro mi macabra obra. Miro las consecuencias de sus actos, de mi infancia traumática... Le miro a él...

Ahora yaces en el suelo, inerte... Te lo advertí, no dirás que no te lo advertí...