29/6/16

VI El lobo de la Élide. Parte I



 Ha terminado tu peregrinación, Aikar, has cumplido, has sanado del envenenamiento que sufría tu mente de ira, por culpa de ese veneno inoculado en tu niñez ha través de la dentellada que te costó dos dedos. Los sacerdotes de Delfos creen que te has purificado, y nosotros también lo esperamos, pero como dioses, conocedores de la naturaleza humana, y que en una parte, por tu rama materna posees, tenemos dudas acerca de tu aprendizaje, de si tu peregrinación habrá significado un remedio total o sólo un parche temporal...
Coges un barco que te dejará muy cerca de Ambracia, la ciudad donde finaliza tu viaje, tu recorrido, donde deberás enfrentar tu destino. Pero al igual que nosotros permanecemos expectantes, contemplando tus desventuras, Ares, no permanece ocioso tampoco, y te observa con un ojo igual de vigilante que el nuestro, así pues, decide que aunque tu destino esté sellado, no se rendirá fácilmente, no por proteger a tu abuelo, una marioneta de mente débil en sus manos, sino por la inmadura satisfacción de salirse con la suya, o de llevar la contraria. Tu destino está sellado, pero eso no significa que vaya a ser fácil, joven Aikar.
Dos barcos de piratas acuden al encuentro del barco que te transporta, podemos ver desde aquí que los hilos que los mueven y los han llevado allí, han sido manipulados por Ares... Para nuestra vergüenza nuestras sospechas, acerca de sus planes contra ti, no eran infundadas. Tú eres el único guerrero bien entrenado de la nave, el resto son otros pasajeros, y marineros, y los hombres de mar, a pesar de ser duros como el medio del que viven, no son hoplitas ni guerreros bien entrenados y pertrechados...
No tendrás otra opción más que la de pelear, esperamos que sobrevivas a ésta aventura, pues lo tienes francamente difícil. Uno, contra muchos. En cuanto los barcos empiezan a abordar al tuyo, tú empiezas a combatir con fiereza, uno tras otro, consigues ir venciendo a los enemigos que acuden a tu encuentro, peleas con valentía, con coraje, sin temer por tu vida, bravo Aikar, aunque no podemos evitar temer la posibilidad de que esta violenta y sangrienta lucha marítima te devuelva a la senda de la que en Delfos, conseguimos sacarte. Finalmente, tras perder a numerosos compañeros y amigos, los piratas, deciden que ese combate, el posible botín que puedan sacar, no les merece tanto la pena, así que optan por abandonar el asalto y se retiran. Tú y el resto de tripulantes y pasajeros del barco lo celebráis, hay gritos de victoria y alabanzas, pero poco durarán, pues si bien, estáis vivos, seguís en peligro, ya que uno de los espolones de las naves enemigas a provocado en vuestro casco una herida de muerte y la nave está haciendo agua rápidamente...
Para empeorar vuestras posibilidades de supervivencia, una tormenta amenaza por el horizonte y parece dirigirse cada vez más rápidamente hacía vosotros...
Todo hombre que hay a bordo intenta luchar por sobrevivir, intentando evitar que la nave se hunda, expulsando el agua que entra e intentando parchear el maltrecho casco de la nave, remando con fuerza, para sortear las cada vez más virulentas olas que parece que van a volcar el barco, o intentando usar el viento desmedido a favor, por mucho que éste parezca empeñarse en intentar partir el mástil de vuestro barco. Finalmente una gigantesca ola llega y parte la nave en dos, muchos caen al mar, desorientados, confundidos y aterrados, la nave se va a pique... Y tú, Aikar, eres espectador de lo que está pasando. Sabes cual es tu deber, salvar a esas personas. Es lo que debes hacer, es difícil que lo consigas, estás extenuado, tanto del duelo contra los piratas, como del duelo contra la mar embravecida... Sin embargo te quitas tu armadura, pues aún la llevabas puesta, y tu espada, hasta quedar sólo con tu quitón, cubriendo tu cuerpo y el colgante de tu madre, pendiendo de tu cuello, y te lanzas al mar, nadas y nadas, tragas agua y hay momentos en los que dudas de si tus fuerzas podrán afrontar esa prueba, pero uno a uno, consigues ir rescatando a los tripulantes y pasajeros que han caído al mar y están en peligro, los acercas hacía tablas flotando, hacía el mismo mástil, hacía cualquier parte del desmenuzado barco al que puedan asirse para flotar y sobrevivir...
Al día siguiente, unos barcos de pesca, encuentran entre lo restos del barco a los supervivientes, aunque la tormenta de la noche anterior los ha esparcido bastante, parece que consiguen encontrar a todos, y os llevan a una aldea pesquera cercana... Estáis agotados, heridos, derrotados, pero vivos, lo cuál es una pequeña victoria, una victoria que casi te toca pagar con tu propia vida, pero una victoria al fin y al cabo, ¿No Aikar?
¿Acaso no temes a la muerte, joven campeón? ¿No temes fenecer? ¿Morir sin haber cumplido tu tarea? ¿Fallarnos? No encontramos al escrutar en ti, con nuestra divina mirada, estás dudas, ni ninguna otra, no encontramos intranquilidad, ni miedo, no encontramos preocupación alguna, no tienes miedo a la muerte, pero no es por que haya vileza o interés en tu espíritu y estos oscuros sentimientos te hayan deshumanizado y desprovisto de esos temores... Ahora entendemos, porque no hay temor a la muerte en tu ser, ni siquiera preocupación por haber perdido tu arsenal, la noche anterior al decidir salvar a los marineros en lugar de salvar a nuestros regalos hacía ti.
Y es que tu peregrinación, te enseñó bien, joven guerrero. Tu peregrinación te ha enseñado a aceptar las trabas que aparezcan en tu camino, sean cuales sean, puesto que sabes que tu destino está escrito, es por eso que no temes a tu muerte, pues cuando deba llegar, llegará y no podrás hacer nada para evitarla... Pero además, has aprendido, no sólo el destino sino sobre todo, como afrontar tu sino. Y es qué en Delfos, te enseñaron que cualquier vida es importante, toda vida merece respeto y protección, no hay nada más sagrado que la vida, y acabar con ella es antinatural, por eso renuncias a la violencia gratuita y a la crueldad, y por eso para ti, anoche, durante la tormenta lo más importante era salvar a aquellos marineros y tripulantes de morir ahogados, en vez de salvar tu panoplia y tus armas... Lo entendemos, Aikar, y lo respetamos, esperamos que ésta lección prevalezca y no sea olvidada, el tiempo dirá y el desarrollo de los acontecimientos pondrán a prueba a tu ser, veremos entonces si mantienes esa filosofía o vuelves a cometer los mismos errores.
Cómo narrábamos antes, habéis acabado siendo acogidos por un pueblo pesquero en la Élide, las gentes de ésta región han decidido ser hospitalarias y os acogen y cuidan mientras vuestro cuerpo y mente se recuperan de tal aciaga lucha. Escucháis rumores acerca de una bestia sanguinaria y atroz que se mueve entre los montes cercanos y ataca a las gentes y poblados que encuentra cuando la luna se alza en lo alto del cielo nocturno, dando por comenzadas sus cacerías.
Un día confirmando los rumores y leyendas que últimamente habéis estado oyendo aparece una muchacha. En su espalda penden un carcaj y un arco, sus ojos destilan fiereza, pide hombres valientes para ir a dar muerte a la bestia, de su poblado salió una batida de caza, que se llevó a todos los hombres hábiles para acabar con la criatura, pero ninguno regresó, nada saben de ellos, entre los cuales está el hermano de la joven. La muchacha está decidida a acabar con las dudas acerca de posibles supervivientes y con la misma bestia... Pero no tiene apoyos, en su poblado no quedan hombres capaces para encarar a la bestia, y las mujeres se han contentando con el papel servil que la sociedad de su época les ha dado, así que no se levantarán en armas siquiera para defenderse. Ella es una excepción, pero en un pueblo de pescadores, al que la bestia no se acercara, esa pobre joven no conseguirá ningún respaldo, ya tienen las gentes del lugar, una vida lo suficientemente dura como para complicarla aún más con bestias sanguinarias.
Peo tu no te contentas con esa situación, Aikar, no piensas seguir parado. Estás herido, desarmado, y tu destino está en Ambracia, no en esos montes. Pero has decidido que vas a proteger a todo el que aparezca en tu camino reclamando ayuda y tu resolución te hará ayudarle. Los hombres a los que salvaste, esos hombres, te deben la vida, y te pagarán con lealtad. Así que al poco de levantarte para ir con la muchacha, ellos intentan seguirte, ese gesto les honra, pero también están heridos y debilitados, sólo, que al contrario de ti, ellos son mortales, y no tienen un origen en nada divino. Tú lo sabes, y por eso les convences de que guarden fuerzas, que ya lucharán por ti y contigo otro día, con vergüenza aceptan la realidad, y tu, con una vieja lanza que te dan partes hacía los montes en busca de esa bestia.
La muchacha te hace de guía, compañera de viaje y de armas. Su nombre es Syne, es una gran arquera y cazadora. Tras unos días en las montañas, consigue encontrar el rastro de la partida de caza que salió de su poblado, esperáis que al ser sólo dos, poder pasar desapercibidos en el territorio de caza de esa bestia, utilizáis trucos para camuflar vuestro olor y en cuanto las primeras luces del atardecer empiezan a salir buscáis refugio, a sabiendas de que la noche es el mejor aliado de aquel lobo monstruoso. Esas noches de duerme vela, en completa oscuridad, en las cuales os veis obligados a esconderos sin poder bajar demasiado la guardia, te ayudan a conocer a la chica, su pasado, su historia, tu también le cuentas la tuya, al principio no te cree, pues cree que bromeas o que el ego te hace autoproclamarte hijo de Zeus, adalid de los dioses. Sin embargo poco a poco, ya no sólo por la marca de tu mano, sino también por tus inagotables fuerzas, pese a estar herido y el hecho de que hay algo en ti distinto, la van convenciendo. A ti no te ofende que no te crea, te es suficiente cuando ves en la noche sus increíbles ojos verdes brillar como dos esmeraldas, mientras escucha con atención todo lo que tu le dices.
Finalmente llegáis a unas cuevas, de día, eso conseguís como ventaja. Deducís que la bestia está en la más grande de ellas, por la descripción de Syne, es una bestia abismal, muchísimo más grande que un lobo. Trazáis un plan con rapidez, ella subirá por las rocas hasta ponerse en lo alto de la entrada de la cueva y tu atraerás a la bestia afuera, cuando ésta salga Syne disparará flechas contra ella, y tú, Aikar, intentarás atravesarla con tu lanza.
Entre la maleza, escondido, esperas a que Syne, trepando por paredes de piedra y tierra llegue suba al montículo que alberga en su interior la cueva, la guarida de aquella bestia, una vez arriba, la cazadora se sitúa encima de la entrada de dicha guarida.
Tú, Aikar, con coraje, pues éste nunca te faltó, desde que reventaras la cabeza de la sierpe que te marcó con una piedra de niño, hasta hace un par de noches cuando arriesgaste tu vida por salvar a hombres de la ira de Talasa, sin importar que no los conocieras de nada.
Con la lanza en ristre y haciendo ruido, te diriges hacía la entrada de la cueva, escuchas una respiración profunda y fuerte, como contestación a tu llamada de atención, pareciera que la bestia te increpará acerca de con que derecho perturbas su descanso. Y por fin la ves salir, eso no es un lobo, lo tienes claro desde el primer vistazo que le das. Un lobo no tiene el tamaño de un oso. Es demasiado grande para ser un perro salvaje. Tiene cuatro patas, pelaje y una mandíbula canina, tiene una cola, y algunos rasgos más, que le hacen similar, pero eso no es un lobo, desde el primer vistazo estupefacto que le das lo sabes. Ves en lo alto de la cueva a Syne, preparar sus flechas, y alzas una mano indicándole que aún no es el momento, la cazadora lo comprende, y decide esperar tu señal...
Comienzas a dar pasos hacía atrás en dirección a unas grandes rocas que has visto a tu espalda, el lobo ve en ti su próxima comida, y empieza a adoptar una posición de ataque, va a saltar sobre ti, con su enorme cuerpo y a devorarte, en cuanto tenga la más mínima oportunidad... Finalmente en pasos calmados y seguros, tu talón toca contra las rocas, ahí es adonde querías llegar, el lobo de forma paciente ha ido avanzando, y al ver las rocas detrás de ti... Su instinto animal y primario te cree acorralado. Finalmente sus patas se comprimen dispuestas para saltar y un segundo antes de que se lance con los dientes por delante para devorarte, tú, joven Aikar, demostrando tu intelecto estratega entrenado, te vuelves clavas el mástil de la lanza entre las rocas, y después saltas hacía un lado, evitando a la feroz bestia, y dando a Syne la señal, para que comience a disparar.
Tu plan se cumple, la bestia se ensarta sola en la lanza, y esta por el peso del animal quiebra, una vez que ha entrado en el cuerpo del lobo, a través de su hombro, Syne suelta media docena de disparos... Pero hay algo que no habéis tenido en cuenta... Que no siquiera sabíais o concebíais... La piel de esa bestia es demasiado dura... No impenetrable, pero muy dura, y a pesar de que las flechas de Syne han sido del todo certeras... Para ese demonio han sido poco más que alfileres en la piel, tu lanza sigue incrustada en su carne, y aunque si le ha hecho más daño, no ha sido una herida mortal...
Ahora esa bestia, está herida, y furiosa, y tú Aikar estás desarmado y eres su presa...
Syne sigue lanzando flechas a la bestia que corre hacía ti, consigue impactar una en su ojo, lo que la enfurece más, pero al menos te da algo de ventaja, tú, Aikar, acorralado decides entrar hacía la cueva, buscando algún tipo de refugio o al menos ganar tiempo hasta pensar en otra cosa...
Corres hacía el interior de la montaña, hasta las entrañas que se abren ante ti por esa cueva, ves la guarida de aquel ser, llena de restos de otras personas otras victimas, sigues corriendo, cada vez tienes a la bestia más cerca de ti, hasta que finalmente ves que te va a alcanzar y a devorar, y entonces, intentando esquivarla saltas hacía delante, va de un pelo, pero la consigues esquivar, cayendo en un montón de huesos secos y quebradizos, que parecen ser el lecho donde aquel monstruo pasa las noches...
La bestia te sabe suyo, reconoce tu derrota y pese a estar herida y virulentamente rabiosa... Decide tomarse un tiempo para disfrutar del momento, casi demostrando una crueldad humana y no animal... Se acerca a ti con calma, eres la presa, ella el cazador... Tu no dejas de mirarla a los ojos, a cada paso que da, a cada momento, está más cerca de ti, pero no sientes miedo, ni por ella ni por una muerte que cada vez parece más próxima... ¿Hubiera sido distinto si hubieras ido directamente Ambracia en lugar de desviarte con es aventura y esa muchacha? Te da igual, cumples tu cometido en la tierra.
Tus manos que con sigilo rebuscan entre los huesos en busca de uno afilado o contundente que pueda servir de arma reconocen al instante el tacto de algo duro, no es un hueso más, es un pomo, una empuñadura, es una espada, enterrada bajo las osamentas de incontables víctimas.
Es en ese momento que el lobo te mira por última vez a los ojos, diciéndote que es lo que te va a dar, es en ese momento que tu relajas tus músculos, sueltas aire, antes de tensarlos de nuevo mientras coges aire con una fuerza desmedida, es en ese momento que la mandíbula del lobo acude a tu rostro, buscando romperte en dos, abierta, es en ese momento que tu mano derecha desentierra entre los huesos y el tintineo de estos la espada y a pesar de ser una mano mutilada y marcada, con suma destreza dirige una estocada hacía el interior de esa bestia, introduciendo hoja y brazo tuyo dentro de la boca de aquel ser...
Syne entra en la cueva, con una flecha en el arco, preparada para ser disparada y miedo en el corazón... Pero su valentía le da la resolución para entrar en la silenciosa caverna y hallar la verdad sobre tu paradero, joven Aikar. La penumbra y el desconocimiento sobre ti, reinan en el ambiente, hasta que finalmente sus dudas se ven iluminadas, su ignorancia sobre tu persona se difumina y halla la verdad sobre tu paradero, pues te ce tumbado al lado del lobo, que inerte yace con la mandíbula abierta y casi medio cuerpo tuyo dentro, suelta una flecha en el lomo de la descomunal bestia, por acto reflejo, pero esta ni se mueve, cuando se acerca tu pareces salir del desconcierto del último envite que habéis tenido ese animal y tú, aún tienes tu brazo derecho dentro, pareciera que el lobo te había conseguido devorar, cuando no era así.
Tu calculada estocada consiguió burlar la coraza que era la piel y el pelaje de aquel ser... una estocada que llegó por su boca al mismo corazón de la bestia, antes de que ésta cerrara su mandíbula entorno a tu brazo, ni pudiera reaccionar, pues al ser atravesado su corazón, murió al instante, una muerte rápida y casi misericordiosa para tamaña bestia... Sacas tu brazo, sigue entero, y no has perdido más dedos para suerte tuya, de las mandíbulas de la bestia, los dientes te han arañado un poco el hombro y el brazo, pero no es nada grave... Sin embargo éste, tu brazo, está empapado sangre, la de la bestia.

Syne sigue estupefacta ante la escena, mientras tu vencedor te levantas... Cuando de repente, el silencio de la caverna se ve rasgado por una voz que casi a modo de quejido llama vuestra atención, una voz conocida, familiar llama por su nombre a la muchacha, con menguadas fuerzas... Y el corazón de ésta casi se para ante la sorpresa de oír esa conocida voz...

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