Hoy quiero traer a mi memoria algo que pasó, hace ya un tiempo
considerable. Fue una de las lecciones más sabias que me han dado
nunca, una de las frases más inteligentes que jamás he oído. No me
revelaron el sentido de la vida, cuál es nuestro propósito como
raza, si es que lo tenemos, si es que nos aguarda alguna tarea o
destino trascendental, no me aclararon si hay una deidad o varias, o
si son totalmente inexistentes y fruto de la imaginación, la
necesidad y la fe. Tampoco me explicaron si hay vida más allá de
este planeta, o si por el contrario vamos a algún sitio cuando
desaparecemos, nos reencarnamos o simplemente dejamos de existir,
pues no somos más que un conjunto de coincidencia, un conjunto de
coincidencias que tienen como consecuencia la vida, un nacimiento, un
desarrollo, una madurez y finalmente la muerte. No nada de eso. Me
han dicho una de las verdades más claras y auténticas que existen.
Si, y si, ha sido toda una revelación. Porqué por misterios en los
que no detendré mis pensamientos ahora... Somos una especie a la que
le cuesta ver, muchas veces, quizás demasiadas, lo que tiene a
simple vista. Es así. ¿Conocéis el dicho de "si lloras por no
ver el sol, las lágrimas no te dejaran ver las estrellas"? Pues
algo así.
Hay verdades que no queremos ver, porque son dolorosas, porque son
sencillas y nuestra complicada cabeza no puede concebir que en un
mundo tan enrevesado algo sea tan sencillo. O simplemente porqué
nuestra atención está tan saturada y sobrecargada que no es capaz
de detenerse en lo más nimio, pero más evidente, si nosotros no le
damos la orden de que se detenga a prestarle atención.
Bien. La verdad fue esta. "Todas las hojas tiene que acabar
cayéndose". ¿Cómo os quedáis? Esperad... No me digáis que
no os dice nada esta frase, ¿cómo? ¿Que es evidente? ¿Que todo el
mundo sabe eso...? No, aún no captáis la profundidad de esas
palabras, aún no veis lo que quiere decir, al igual que yo y muchos
congéneres de nuestra raza, no veis lo evidente, en este caso porqué
creéis ver lo evidente. Esperad... A sido culpa mía. Os contaré la
historia que hay detrás de esta frase, entonces lo comprenderéis
como lo comprendí yo.
Bien yo mantengo una relación sentimental con una persona. Y cada
día esta, me convence de que es una de las personas más grandes que
nuestro planeta a tenido la suerte de alojar. Quizás sea un niñato,
un idiota, un fantasioso o un despistado, pero estoy realmente
enamorado de ella. Y entre todas las cosas que tiene que aguantar, la
pobre también aguanta mi sociopatías y psicosis momentáneas. Es
decir... Mis comeduras de cabeza.
Al principio de nuestra relación me dio una pulsera muy especial,
una pulsera que pese al tiempo y a los trotes recibidos, aún está
conmigo, y me gustaría que pensar que va a ser así durante mucho
tiempo, pues es una pulsera muy especial, una pulsera única, no hay
otra así, y seguramente, en gran parte, sea porque me la dio Ella.
A mi me hizo mucha ilusión que me hiciera este regalo, no sólo por
el regalo sino por lo que representaba ese regalo, por lo que yo leí
entre líneas en ese regalo, por lo que significaba para mí ese
acto, hecho de esa manera particular.
La pulsera está formada como por unas cuantas cuerdas, hilos y un
retal de cuero entrelazadas, unidos, y atados entre sí, formando en
su conjunto la susodicha pulsera. La pulsera tiene una serie de
adornos, y entre estos tenía una hojita. Yo llevaba mi pulsera, la
favorita con orgullo y con satisfacción, pero por mala suerte,
casualidad, o simplemente accidentalidad una de las piezas de la
pulsera se cayó, se desprendió. Fue la hojita. Bueno, cuando me dí
cuenta, realmente me fastidió, esa pulsera era un regalo y para mí
era importante, me fastidió que se perdiera ese adorno.
Después de que esta pequeña pieza se rompiera yo vi a mi pareja y
se lo conté, le dije que lo sentía, que me jodía y que perdón. Y
ella me sonrió con mucha calma, me miró a los ojos, y como si se
adueñara de ella una profunda paz, tanta que hasta pareció saltar a
mí... Me dijo "Todas las hojas tienen que acabar cayéndose".
Quizás algunos todavía no hayáis captado el mensaje. Quizás aún
tengáis una expresión de extrañeza configurando vuestro rostro...
Algunos seguramente estaréis pensando "este tío es imbécil..."
Lo que posiblemente haga, que mi yo futuro, el yo que existirá
mientras tales lectores me leen... A ese yo, un ensordecedor pitido
de oídos le esté golpeando.
Bueno, bien, para los que tengáis la paciencia necesaria aún de
seguir leyendo para saber que quiere decir esa frase, os lo
explicaré.
Todas las hojas tienen que acabar cayendo. Es una verdad absoluta, es
algo inalterable, va a pasar, más tarde o más temprano, a veces por
sorpresa y otras de forma esperada, pero al final caerán. Y no
podemos hacer nada para cambiarlo. Podemos ralentizarlo, podemos
ralentizarlo o podemos acelerarlo, y otras veces nada de lo que
hagamos podrá influir en su transcurso, en el proceso. Así que
cuando dicho proceso toque a su fin o cúlmine... Sólo nos queda
aceptarlo, con lo bueno y lo malo que lleve, que nos retribuya o que
nos conceda. Aceptarlo, asimilar que ha pasado y asimilar que lo que
hayamos hecho para atrasarlo o acelerarlo, haya sido mucho o poco, es
todo lo que podíamos hacer, que ya nadie ni nada puede cambiar lo
ocurrido, ha pasado y ya está, por doloroso o grato que sea... Es lo
que hay. Pueden ser palabras duras pero es así.
¿Ahora comprendéis mejor la frase verdad? Ahora si la habéis
entendido, ya nada os impide ver su auténtica verdad absoluta y su
gran profundidad, ¿cierto? Lo sé.
Esta, es una verdad absoluta y para muchos evidente, aunque hay para
algunos que no... Pero realmente a un ojo racional es evidente. Sin
embargo no siempre es fácil asimilar esta verdad, no todo el mundo
es capaz de asimilarla llegado el momento. Aunque no haya más, no
siempre es tan fácil aceptar que es lo que es y punto, que no hay
más... No siempre es fácil. Pero hay que hacerlo, tomar aire,
asimilarlo y continuar. Sea la situación que sea, hay que proseguir.
Más rápido o más lento, antes o después, pero hay que seguir
caminando, seguir adelante, a nuestro ritmo pero sin parar. No queda
otra. No es fácil muchas veces, no es grato, la mayoría. Pero es lo
que debe hacerse. Porqué a la larga, el esfuerzo, el trabajo, la
energía apostada en la empresa de asimilar la verdad absoluta que
nos haya golpeado, el esfuerzo de asimilar que ha pasado y hay que
seguir adelante, a la larga, habrá merecido la pena. Nos habrá
hecho más fuertes, más sabios, a la mayoría al menos. Nos habrá
hecho mejores, porqué de todas las heridas se aprende. Cada
cicatriz, por grande o larga que sea, por profunda que cale en
nuestra alma... Es una lección, si sabemos interpretarla.
Ese fue el mensaje. Sus palabras me lo dijeron, y sus ojos y la paz
que manaba de su sonrisa me lo explicaron. No es sólo una frase,
alberga gran profundidad. Ahora os dais cuenta, ¿verdad?
Pues hasta aquí la anécdota y hasta aquí la explicación de la
misma. Espero que los que habéis conseguido aguantar leyendo hasta
el final, hayáis disfrutado de lo leído y os haya sido útil,
quizás no hayáis aprendido nada, pues ya conocíais la lección,
pero me alegraré si tan sólo os he conseguido recordar esa lección.
Me alegraré si os he conseguido refrescar la memoria a fin de que un
día cuando necesitéis seguir caminando, recordar que todas las
hojas acaban cayéndose, podáis hacerlo con mayor soltura y con
menor dolor. Ha sido un placer escribiros y un honor que me leáis.
Un saludo.
Y por último, para cerrar esta entrada, he de agradecer a la persona
que la inspiró. Muchas gracias, leona, siempre has conseguido llenar
mi dura mollera de algo más de sentido común y de sabiduría...
Gracias.