22/4/16

Muerde

Este relato, puede herir la sensibilidad de algunos lectores, la historia que contiene no es apta para menores de edad. Y tiene contenido altamente explícito.

Es un sábado por la tarde, un sábado de pereza, un sábado sin ganas, un sábado tenue. Llevo muchísimo sin verte, estás encerrada entre montones de apuntes, libros y trabajos. Yo no estoy mejor, así no da tiempo a nada... Así que en este sábado tenue, hemos aprovechado un hueco que teníamos cada uno para vernos. 

Entro en la biblioteca, hemos quedado ahí, has dejado tus cosas con una compañera, apenas tienes tiempo para un café, pero algo es. No te veo según entro, espero un rato cerca de las puertas, pero la impaciencia me puede, así que decido ir a buscarte. Reconozco tus cosas en una mesa, pero no estás en ella, sigo buscándote, y te encuentro entre estanterías de libros. Estudios, ensayos y anchos y aburridos volúmenes de literatura medieval. 

Me acerco, apenas cambiamos unas palabras, nuestros labios se rozan, como afectuoso saludo, y tú sigues buscando y yo te sujeto un par de libros. Siento algo de inquietud, pareciera que las cosas están algo frías entre nosotros, me preocupa eso, es porque estamos hasta arriba, los dos. Pero aún así me preocupa...

Te miro pensando en ello, tienes una elegante gracilidad siempre. Llevas una coleta sujetándote el pelo, unas gafas, vaqueros, camiseta y zapatillas, ropa cómoda para pasar toda la tarde en la biblioteca estudiando, supongo. Pero aún así te veo preciosa. Cotidiana, puede, pero aún así arrebatadora, no sé qué tienes que siempre te veo guapa. Y sexy... Para qué engañarnos, esas gafas te dan un aire de sabiondilla que alimenta mis fantasías... Por impulso, por instinto, o porque echo de menos tu piel con mi piel te doy un beso en el cuello, lleno de ternura, tú levantas tu mano y a pesar de tenerme a tu espalda, acaricias mi mano, como respuesta... Lo siento, pero no puedo dejarlo sólo en un beso tierno, mis brazos te rodean y sigo besándote, oigo como me dices "oye" en tono disuasorio, pero ni te giras ni te mueves, sólo agarras mis brazos y los acaricias, los aferras... Ambos sabemos lo que no debería hacer... Y ambos sabemos lo que queremos que haga. 

Tu respiración se agita, estás nerviosa, en cualquier momento podría vernos alguien. La biblioteca está casi vacía, y donde estamos tú y yo no va un alma, ni por equivocación... Pero aun así es arriesgado y eso le da morbo. 

Quizás por culpa de la sensatez, o por no querer ponerte en un apuro, me separo de ti, voy a soltarte cuando me dices:

—Sigue. —No es una petición, es una orden, y me acabas de disparar el ritmo cardíaco con ella. 

Pues sigo. Sigo besando tu cuello, sigo mordiéndote. Mis manos sueltan tu cintura, dejan de acariciarte, y agarran tus nalgas, empiezan a apretarlas, adoro demasiado las formas y curvas de tu cuerpo, son demasiado perfectas para resistirme a ellas. Tu respiración se agita más... Resoplas, te enciendes. Mis manos se cuelan por debajo de tu camiseta, mi boca sigue mordiendo y besando, sube por tu hombro, tu cuello, va a tu mandíbula, se pasa por tu orejita, baja, acaricia tu espalda... Y no cesa. 

Mis manos se cuelan por debajo de tu camiseta. Desabrochan tu sujetador, se aferran a tus pechos, los acarician, los aprietan, pellizcan, estiran... Noto tus pulsaciones aumentar, pareciera que el corazón fuera a estallarte. Veo dos preciosas gotas de sudor deslizarse por tu cuello, estás aterrada, pero estás aún más excitada, si supieras como me tienes a mí...

Ya no aguanto más... Mis manos bajan a tu cintura, desabrocho tus pantalones, meto mi mano derecha bajo ellos, bajo tu ropa interior... Encuentro tu húmeda intimidad, mis dedos se acercan a ella, de repente tu mano baja como un rayo y agarra mi muñeca, estás híperventilando, casi mareada.

—Para —me dices, en un susurro, con un tono que casi no se distinguir, creo que suena a súplica...

—Paro —contesto, tienes razón esto es una locura, nos podemos meter en un lío.

—No, por Dios, sigue.—Ahora se que es una súplica.

Tras los susurros sueltas mi mano, te das la vuelta, no se si te lo has pensado mejor o si simplemente cedes a tus instintos... De un salto te subes a mis caderas, tus piernas rodean las mismas, tus brazos rodean mi cuello, tu boca me besa, nuestras lenguas se encuentran, mi mano derecha halla el camino a tu entrepierna y sigue acariciando, mi mano izquierda acaricia todo tu cuerpo, pechos, espalda, vientre... Todo cuanto pueda abarcar, caen libros de la estantería por nuestro ímpetu, estamos intentando mantener el sigilo y no lo vamos a conseguir....

Mis dedos encuentran un pequeño botón en tu intimidad, y empiezan a acariciarlo, tiemblas, tu espalda se contrae y cuando casi se escapa, consigues enmudecer un gemido. Me doy cuenta, mi mano izquierda pasa a tapar tu boca, para evitar ser descubiertos, y mi mano derecha sigue acariciando, al principio tu boca suelta leves gemidos que mi mano tapa lo suficiente... Pero tu mandíbula se abre y pasa a morderme la mano... Joder, cómo me estás poniendo... 

Mi mano derecha cada vez juega contigo a mayor intensidad, tengo los dedos empapados, y tus dientes apresan mi otra mano y la muerden con todas tus fuerzas, me duele, sí. Pero me pone mucho más, estoy seguro de que vas a dejar marca.

Tus manos dejan de rodear mi cuello y se cuelan por debajo de mi camiseta, marcas toda mi espalda con tus uñas... Estás despertando una lujuria en mí que no puedes imaginar... Mis dedos no bajan el ritmo, lo aumentan, y te arqueas entera, tus piernas aprietan con más fuerza, tus dientes muerden aún más y tus uñas graban mi espalda de nuevo... Te estás corriendo... Pero justo cuando llegas al orgasmo y yo tengo la tensión disparada algo nos llama la atención...

—Vaya, con que estabais aquí, ¿eh...?—dice tu compañera, aún sin salir de su asombro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario