Podía sentir. Podía sentir la electricidad recorriendo sus músculos
llevados a una velocidad vertiginosa, la electricidad de sus músculos
en tensión, apretados a todo lo que podían, siendo llevados al
limite de su fuerza, podía sentir la adrenalina manar desde su
vientre hacía todo su cuerpo, podía sentir el audaz soplo de ésta
embotándole, poniéndole... Podía sentir el fuego de su alma
impaciente ante el ocaso de su obra, el ansia por completarla, el
deseo de venganza, su ira inundando su mente, la oscuridad de su ser,
un monstruo que emergía de sus rincones más profundos, un ser que
se desperezaba y preparaba para aquella oscuridad incipiente en su
ser, un monstruo que se alimentaba de sus más negros deseos,
sentidos y perversiones; Una bestia que gozaba de su acto.
Podía sentir la presión que sufría el objeto de su castigo. La
sangre acumulándose en la cabeza de su víctima, podía ver esa
cabeza calva tiñéndose de rojo, los ojos hincharse por la enorme
presión, la boca abriéndose en busca de aire, las venas del cuello
palpitando al toparse con la presa que sus manos ejercían sobre el
mismo, la garganta intentando abrirse, pese a que sus manos la
mantenían cerrada. La caja torácica de su compañero en aquel
oscuro momento abriéndose y cerrándose, a causa de unos pulmones
que intentaban respirar el poco aire que tenían dentro, a falta de
que este fuera renovado por el resto del aparato respiratorio que el
Verdugo obstruía con el estrangulamiento. Los pulmones se abrían y
cerraban a toda velocidad, con violencia y fuerza, intentando
conseguir oxígeno, pero sólo encontraban aire viciado, inservible,
y entonces mantenían su desesperado intento sin comprender que
pasaba, cumpliendo con ansia la función para la que fueron creados.
Podía sentir las manos de su víctima clavarse en su cara, clavarse
en sus propias manos, en sus brazos y en su garganta, darle golpes,
darle arañazos, desesperados, fuertes, rápidos, agónicos... Si,
esa era la palabra, agónicos. Las manos corriendo desesperadas,
intentando liberar aquella presa, poniéndose moradas por la falta de
oxigenación sanguínea...
Podía sentir el pavor, el horror que su conciencia empezaba a
vislumbrar conforme las fuerzas de su víctima decaían y la vida
abandonaba su exánime cuerpo, el pavor de cometer tal atrocidad como
era un asesinato, el pavor de cometer un crimen contra natura, de
cometer ese acto vil y anti natural, ese acto que parecía llevar la
contra, parecía ser un insulto, una provocación a la misma vida, su
origen y creador... Un acto totalmente atroz, un acto que le
deshumanizaba, un asesinato... Podía sentir que la sangre fría y
constancia, la perfección y sofisticación de su acto, digno de un
maestro más que de un novato, podía sentir estos atenuantes que
incrementaban el cargo que su conciencia empezaba a preparar, para
dárselo una vez la euforia del violento y macabro momento hubiera
cesado.
Y por último, podía sentir como una vez que la vida abandonaba a su
víctima, una vez que su tarea quedaba completa y su crimen sellado,
podía sentir que una vez que el cuerpo caía inerte para empezar a
endurecerse y enfriarse, podía sentir como una vez que todo había
acabado... Podía sentir... Nada. Simple y absoluta nada. En esos
instantes que sobrevienen a la finalidad de la horrenda tarea, no
había, sentía ni notaba nada. Simplemente la vida había abandonado
ese cuerpo y él ahora estaba sólo, era casi decepcionante...
Ese lado que esta noche nacía, ese principio deshumanizado de
psicopatía, ese lado oscuro que le acompañaría el resto de sus
días, ese homicida que ahora habitaba en él, esa bestia... Ahora se
sentía decepcionado, aquel lobo siempre había estado dentro de él,
aunque él nunca lo hubiera notado hasta ahora... Y nunca imaginó
que los momentos que seguían a un asesinato serían... Tan
tranquilos, tan vacíos. En seguida vendría el miedo, la culpa,
todo... Pero en estos dilatados instantes que parecían eternos y no
eran casi porción de suspiro, es esos momentos... No había nada...
Pudo imaginar mucho de aquel crimen, pero no aquella nada, aquel
vacío... Aquella soledad, de repente la lucha, el homicidio, el
crimen, la venganza, todo aquel escenario que había sido para el
verdugo casi mítico... De repente era un hombre con un cadáver
desparramado ante él, un hombre en shock, que volvía a la tierra,
empezaba a pensar en terminar el plan, para que su crimen y la
autoría de este no fuera conocida, que sufría los nervios del
asesino novato, del fugitivo aún no descubierto, que sentía
remordimientos... Pero aún pensaba y le perturbaba, aquella
inesperada... Nada.
El problema de su primer asesinato era que esperaba sentir algo,
sentirse diferente, sentir que era menos humano, o algo similar, pero
no, no sentía nada, no notó un cambio significativo y esto, esa
nada, le hizo darse cuenta de lo poco que valía una vida, de lo
fácil que era matar, y de lo cerca que estaba la muerte. Ya que la
muerte era un transición, sobre la que en verdad no tenemos ningún
control, aunque seamos los artífices de esta. En sus pensamientos
más oscuros imaginaba sentir... Poder, control, superioridad...
Antes del remordimiento y el miedo, esperaba que ese vil acto le
convirtiera en algo diferente, pero sólo sintió "nada".
Ya que sólo era un monstruo que no podía entender las complejidades
que podía albergar algo tan superior a todos, como es la muerte.
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