Este relato, puede herir la sensibilidad de algunos lectores, la historia que contiene no es apta para menores de edad. Y tiene contenido altamente explícito.
Llueve a raudales,
quizás por eso la ha dejado entrar. Estaba trabajando delante del
ordenador cuando el silencio partió su concentración en dos con el
sonido de un irritante timbre... Siempre le costó menos concentrarse
con el sonido de la lluvia como telón de fondo, incluso en esas
circunstancias que ahora le rodean.
Al abrir la puerta
no esperaba encontrarla allí, calada hasta los huesos, con un rostro
consternado por la tristeza y el llanto y unas lágrimas que por
algún motivo casi mágico no se confunden con las gotas de la
tormenta. El corazón se les paró a ambos... Un minuto pasó hasta
que surgió la reacción en alguno de los dos, ni siquiera
respiraban, y él fingiendo molestia la hizo pasar y le ofreció una
toalla. Como iba a sentir molestia, tanto tiempo buscando ser su
héroe le despertaba, circunstancias aparte, un instinto de
protección casi paternal hacía ella.
Ahora ella está
sentada en un sillón de la cocina-sala de estar del piso. Tiene una
taza de te del que a él le gusta y que le pegó a ella entre las
manos humeantes... Una toalla la cubre entera, la tapa y la seca. El
permanece con la espalda apoyada sobre una pared, con los brazos
cruzados, y con el rostro apretado en una mueca de molestia. El
silencio sólo es roto por el sonido de las gotas que caen del
paraguas y el chubasquero sobre el parqué. Ella no se atreve a
levantar la vista, y él teme mirarla.
Por fin, surge el
hilo comunicativo, a través de unos sollozos casi inaudibles que
ella no puede ahogar... El no lo puede evitar y habla:
—¿Para qué has
venido?—Sólo obtiene silencio como respuesta.—¿No te das cuenta
que me estás jodiendo?—Más silencio.—Fui amable, Fui un
caballero, te dije que no quería seguir contigo, lo hice a la cara,
y que cojones, al fin y al cabo fuiste tú la que te pusiste pesadita
con el "¿Qué te pasa?" cargado de falso interés. Te
expliqué porque, lo dejé claro, y fui amable. Y ahora tú, te
presentas aquí, con toda tu cara, no quiero estar contigo y he sido
suave al explicártelo y cortés dadas la circunstancias, pero tú,
te presentas aquí, impidiendo que yo pueda seguir con mi vida. ¿En
que punto de tu plan, venir aquí terminaba bien?—El silencio se ve
cubierto por más sollozos amargos y tristes... Pero ni una sola
palabra sale de ella, que cada vez parece más encogida sobre si
misma.
—¿Callas? Muy
bien. ¡Esto es sencillamente genial! ¿Es otra táctica para
manipularme? Para buscar tenerme otra vez bajo el yugo que tu deseas,
como tu perrito, ¿es eso? ¿Esperas que el silencio me aplaque, me
provoque alguna reacción hacía ti?—Silencio y débiles quejidos
como respuesta de nuevo, parece que intenta buscar alguna respuesta
valida, o bien él tiene razón y ella sólo está utilizando otro
ardid para manipularlo... Pero, ¿Cómo saberlo?—Y eres capaz de
llorar, es increíble que estés sentada ahí cuando fuiste tú, la
que llena de arrogancia aquella vez, me dijiste que si algún día
cortaba contigo no te hiciera perder el tiempo y que no ibas a llorar
por mí... ¿Puedes hacerte una idea lo que me dolió oír eso, así
de repente, a cuento de nada, porque simplemente te apetecía ser una
borde? Y aquí estás callando. Haciendo como que has vuelto a por
mí, que estás tan mal que no puedes ni articular palabra, porque me
quieres y me vas a perder ¿es esa la excusa? Pues algo falla, porque
ambos sabemos que no es así, que te importo una mierda, que sólo
quieres tenerme, pero no para amarme, sólo para... No quiero ni
pensar porque una mente como la tuya saca placer de tener a alguien a
su lado a quien no quiere... No sé si te gusta sentir que tienes
control sobre alguien o... Y lo peor es que ni siquiera me acerco a
la punta del icebergde todo lo que fallaba. ¿En serio, que cojones
haces aquí?—Ella sigue callando, quizás esté arrepentida, quizás
en su día dejo de ver lo que tenía, de darse cuenta de lo especial
que era, de lo importante que era, quizás la rutina, el estrés, la
confundieron, la llevaron a un error, a no valorar a quien lo daba
todo por ella, o quizás es la manipuladora malvada que él quiere
imaginar y sólo calla, a la espera de que el llene el silencio
soltando una verborrea con toda su rabia y así, una vez se haya
desahogado se ablande. ¿Quien sabe?—Por favor, en serio, vete, no
quiero más de esto, ni de ti, ni del dolor que me has dado, vete,
sal de mi vida, estoy cansado ya de no sentir más que frío en el
corazón.
Ella se enjuaga las
lágrimas y sin alzar la vista deja la taza de te en la mesa, se
quita la toalla de encima y va a por su chubasquero y su paraguas.
Pasa al lado de él, que deja la vista perdida, y la mueca de ira...
Cuando está a su altura, cuando esa pequeñita persona a la que
tanto ha amado está delante suyo... Siente su aroma, huele a lluvia,
pero también huele a ella. Se siente manipulado, abandonado, siente
que le ha dado mil veces la espalda, que le ha fallado un centenar
más, siente que es una mala persona, que nunca le cuidó, que nunca
le hizo sentir especial, se siente envenenado por una tristeza que
parece que ella ha cultivado en su corazón día a día... Pero sin
embargo aún siente ternura floreciendo a su pesar hacía ella, aún
siente cariño, aún siente ganas de protegerla, de hacerla reír,
aún siente amor... Se siente confundido, mareado, dolido y rabioso,
aturdido y enajenado. Este maldito amor, que es más veneno que
bálsamo.
Pega la espalda
contra la pared, y siente frío, la lluvia siempre le hace sentir
frío, no un frío demasiado intenso, es sólo una tenue melancolía,
que le hace añorar un abrazo reconfortable a través de un engaño
en su percepción de la temperatura.
—Nunca podrás
llegar a entender lo que te llegué a amar, que nunca más sucederá
y por lo tanto lo que has perdido.—Acaba soltando él, ante esa
aglomeración de sensaciones, como escape o tal vez como sentencia.
Ella entonces pone
una mano apoyada en su brazo. Y le mira a los ojos, él puede ver su
mirada, aquella increíble mirada, difuminada por las neblinas del
llanto y manchada por los tintes rojos de unos ojos lagrimosos.
Siempre fue preciosa. Él no se considera atractivo, le gusta
cuidarse, hacer ejercicio, pero no se considera atractivo, sin
embargo ella tiene algo, un algo que no se puede ganar, una belleza
tan... Tan mágica... Ahora empañada sólo por las lágrimas, por la
tristeza, por el desamparo patente en su rostro. Él se siente tan
dolido, tan abandonado, tan enfadado... Pero ella, Ella era perfecta,
la quería en su vida, para siempre, sólo quería un poco de amor,
un poco de atención, un poco de ilusión, sólo sentirse un poco
especial junto a ella, Ella sabía como conseguir darle un poco de
vida cada día, ¿Por qué no lo hizo? Ahora sus miradas están
enfrentadas y suplicantes, y enfadadas...
Agarra su muñeca,
pensando en quitarse esa manita suave y femenina de encima, con asco,
pero cuando la tiene agarrada, cuando siente el calor de Ella y a la
vez el frío por estar empapada... Su racionalidad desconecta, sólo
siente dolor, no es nada más que dolor, que frío, y ella es calor,
bálsamo, curación ella es el fin de toda su oscuridad, dejan de
tener nombre o apariencia, identidad e historia, son algo frío y
algo caliente, algo herido y algo reparador, adiós a la lógica,
aunque sea error, adelante.
Y así una vez ha
agarrado su mano, se queda petrificado y tira de la misma, hacía él,
ella cae casi sobre su pecho, mientras él ya está besándola, las
manos de ella reposan sobre el torso de él, los brazos de él rodean
la cintura de ella... Durante un segundo el mundo se para, y todo se
detiene. De los ojos de ella brotan lágrimas por el largo y tierno
beso y él empieza a temblar como si fuera un niño mientras intenta
contenerlas por el "Qué dirá..." Tras unos segundos sus
labios se separan y sus ojos se abren, encontrándose. Pocas miradas
así de tiernas tienen lugar en el mundo...
Y de nuevo en un
frenesí incontrolable devoran los labios del otro, ella coge con sus
delicadas manos la cara de él, no piensa soltarla, no quiere
alejarse de sus labios, siendo mayor que el muchacho, éste, mucho
más grande, la coge en brazos, las piernas de ella rodean sus
caderas, la mano derecha de él, se cuela debajo de su camiseta
acariciando sus lumbares y la mano izquierda rodea su cuello de forma
cariñosa, no dejan de besarse, incendiándose el uno al otro.
Podrían seguir durante horas así, de forma tan apasionada, pero tan
tierna. Mientras los labios de él, entre beso y beso a veces
capturan el labio inferior de ella, y dan un leve tirón a modo de
caricia, mientras la lengua de ella busca la de él y empiezan a
danzar. Mientras el dedo índice de él acaricia su rostro con un
cuidado y precisión casi clínicos... Mientras los dedos de ella se
clavan en el pelo de él y lo acarician con la mayor ternura... Sin
darse cuenta avanzan hacía el pequeño sofá, y caen sobre él, las
manos de ambos buscan el cuerpo del otro, lo desnudan, a toda prisa,
ardiendo por ese fuego que no quema... El consigue quitarle la blusa
a Ella, y baja sus labios, por su cuello hacía su torso y hacía su
busto, llenando cada milímetro de su piel de besos, de caricias, de
leves mordiscos, excitándola, acariciando con precisión allí donde
la carne es más sensible, utilizando todo el mimo del que dispone.
Sigue bajando mientras, tras haberlos desabrochado, va bajando los
pantalones y todo lo que se opone a la desnudez de la muchacha... y
allí donde la suave y blanca piel de ella queda al descubierto, el
besa y acaricia... Vuelve a subir, y la besa, mientras sus dedos
entran dentro de Ella y acarician con cuidado provocándole
increíbles olas de placer a la joven... No pueden parar de besarse,
la intensidad no disminuye y pronto ambos están igual de desnudos...
La boca del joven baja a la entrepierna de la muchacha y le dan un
beso tremendamente íntimo y especial... Que hacen que de los labios
de la joven brote el primer gemido ella, sin querer, sin poder
evitarlo, clava sus uñas en los hombros de él, que se enciende aún
más...
El muchacho sigue y
de repente sube de nuevo, agarra las muñecas de ella, que le ruega
que no se detenga con voz suave y suplicante, el entonces acerca sus
caderas a las de ella, y con cuidado entra en ella, que vuelve a
gemir, a continuación empieza a embestirla, cada vez con mayor
intensidad, mientras ella no para de repetir entre gemido y gemido
que lo ama. Cada vez la intensidad es mayor, los brazos de él la
rodean mientras ella inca sus uñas en las espalda por el placer, sus
bocas se vuelven a encontrar en profundos y apasionados besos, y
pasan a ser uno, a encontrarse de nuevo, mientras alcanzan y
traspasan las puertas del clímax... En una tarde lluviosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario