Escaso consuelo puedo encontrar dando a luz a estás líneas, afín
de contar mi historia, de explicar mi versión, cuando la soga me
espera, y mi condena me pisa los talones, sedienta por llevarse mi
vida mientras una pandilla de hipócritas juristas gritan
"¡Justicia!".
Aún así os contaré mi historia, no soy escritor, motivo por el que
quizás transcribir mis recuerdos en lo que algunos definirían como
confesión... No me produzca consuelo o alivio alguno, esta verdad,
el hecho de no ser escritor al que me refiero, también puede ser
advertida en que mi literatura, mi expresividad y en consecuencia
este escrito, no sea una gran obra.
El crimen... Asesinato, la pena... Pues una corbata de hilos de
cáñamo, trenzados. El motivo, mi ansia de liberación.
Esta pregunta quizás sobre, pues la respuesta, de teneros delante,
no me sorprendería. ¿Conocéis a algún vampiro? No, no me refiero
al ser mitológico-terrorífico de la literatura romántica ni de la
tradición popular. Me refiero a uno de verdad, no a un ser sobre
humano, a un vampiro de los de verdad... ¿no? ¿seguros? Y si os
preguntara si conocéis a alguna persona con la que sentís vuestro
animo, vuestra energía, menguar. ¿Estáis seguros de que no
conocéis a ninguna persona que parezca chuparos la energía? La
cosas cambia, ¿verdad?
Todos conocemos por lo menos a una persona así. Los más
desafortunados a varias, los que están auténticamente jodidos a
muchas. Perdón. Los que tienen una comprobada y persistente mala
suerte*. Lapsus lingue mío.
En mi caso era un matrimonio que me alquilaba una habitación. Soy
joven, mi trabajo no da para mucho dinero, algún día tendría que
haberme servido tanto estudio para gozar de una posición
privilegiada... Pero en aquellos días pasados, el sueldo de un
aprendiz, a pesar de los estudios logrados... No daba para mucho más
que para alquilar una oscura habitación. Pienso en mis ideas de
futuro ahora, en ese trabajo que un día llegaría como abogado de
renombre, y no puedo evitar sino reír. Ya sólo me queda reír.
Bueno, esa casa era un maldito infierno. Dios mío, la odiaba de
verdad, sólo pensaba en estar fuera de ella. Prefería trabajar
jornadas de doce horas a estar un minuto de más en esa maldita casa.
Un ambiente turbio, tenebroso, flotaba en todo momento en aquel
hogar, el silencio reinaba poco, lo suficiente para enrarecer el
ambiente, pero era el mejor aliado teniendo en cuenta lo que había
cuando no había silencio. Discusiones a todas horas, me volvían
loco.
Al principio quizás por no haber confianza, yo sólo era un mero
espectador de esas discusiones, reproches, malas conversaciones y
actitudes del todo desagradables para la convivencia. Eran bordes el
uno con el otro incluso para ser un matrimonio, con tantos años a
las espaldas. Me agotaba profundamente ser testigo de esas cosas, lo
que menos deseaba era un ambiente hostil en todo momento. Y menos
allí, se supone que ese era mi lugar de descanso, fuera del trabajo,
y como he dicho antes, llegó un punto que prefería trabajar a pasar
un minuto allí.
Pero eso sólo fue en el clemente principio, luego la cosa fue a más,
cuando cogieron confianza yo me convertí en uno más dentro de
aquellas disputas, siempre había una discusión de la que se me
podía hacer participe, alguna regañina, algún reproche, y eso...
Eso me desesperaba. Pero todavía no era capaz de darme cuenta del
daño que me hacía de verdad.
Ese ambiente hostil, me era nocivo y venenoso incluso cuando la
calma, plagada de tensión y un mal humor reinante en el ambiente,
reinaba. Y no me daba cuenta como ese matrimonio gruñón e
insoportable, me drenaba las fuerzas. La alegría, el entusiasmo, las
ganas de vivir, me estaban convirtiendo en lo mismo que ellos eran,
alguien callado y enfadado todo el día, que cuando rompía su
silencio era para discutir y molestar.
Las depresiones empezaron a venir, cada vez más fuertes, más
potentes, yo no entendía el motivo de esa tristeza de esa ira, de
esa oscuridad, pero el motivo era esa casa, ese matrimonio. Me
drenaban la felicidad, la energía y eso me metía en aquellas
profundas depresiones. Todo el día en ese ambiente hostil y tenso me
estaba envenenando, contagiando, el mismo clima insoportable de
tensión y mal humor de discusión y hostilidad, que reinaba en la
casa se adueñaba de mi corazón, yo era esa casa, lo que respiraba,
lo que comía, lo que bebía, esa casa, ese clima enardecido e
inaguantable se filtraba por los poros de mi piel, se pegaba como una
película pegajosa a mis brazos. Yo no lo sabía, no podía
imaginarlo... Hasta que me di cuenta, esa casa, ese matrimonio...
Eran unos vampiros, que me drenaban el espíritu, que me sorbían la
luz, me estaban envenenando, amargando, me mataban lentamente. Y
cuando me di cuenta, decidí liberarme. Cogí un hacha, y entre en la
habitación mientras dormían, recuerdo que la oscuridad les impedía
distinguirme bien, la tenue luz de un candelabro de la habitación no
distinguía mi expresión dominada por la locura, ni el hacha que
había en mis manos.
Inconscientes de mi situación y de su actual condición y estado de
peligro, sorprendido, porqué en medio de la noche irrumpiera en su
cuarto, empezaron las quejas, los reproches, la bronca hacía mí. El
gritarme tachándome de loco, de impertinente, de mal educado, no
podían entender con que derecho ni conque motivo irrumpía en su
dormitorio y ... Y... ¡Y les despertaba!
Las carcajadas nacen de mi ser, quizás sea verdad que estoy loco,
pero ahora me parece realmente gracioso. Bueno, cabe decir, que si
había un mínimo resquicio de cordura, de sentido común, de calma,
de control en mí, que si quedaba una posibilidad por mínima que
fuera, de que se salvaran, de que no hiciera lo que me había llevado
a ese punto... Si se podían salvar, aquellas malditas quejar, aquel
maldito quejarse todo el día y estar a malas todo el día... Aquella
aptitud que me encarnizaba, agotaba y aburría, aquello les terminó
de sentenciar.
Los gritos de horror fueron ensordecedores, el miedo que respiré, el
miedo que rezumaban... Fue simplemente glorioso. Era la primera vez
que emitían algo que no fuera una constante queja o bronca, algo que
no hiciera hervir mi sangre ni me robara la energía, sentir su fin,
sentir el fin de aquel robo indiscriminado de mis fuerzas... Fue
magnifico.
Cuando las fuerzas del orden irrumpieron quedaron petrificados por el
macabro espectáculo, las ventanas abiertas, corriente, y todas las
luces encendidas, si no fuera por el olor de la sangre y todos los
pedacitos de señor y señora mayor amargados que había
distribuidos, casi habría conseguido acabar con ese clima. Si bien
es verdad que no acabe con el clima enrarecido, al menos lo cambié,
se tornó más homicida, más demente, distinto, el cambio siempre
sienta bien.
Pero lo que no os vais a creer lo que paso a continuación. Después
de entregarme pacíficamente, ya relajado, pues había acabado con el
problema... Me querían condenar. ¡A mí! Podría haber escapado,
cuando entraron en la casa, estaban tan petrificados y horrorizados
porno entender lo que había hecho, que podría haberme ido con total
calma y no hubiera pasado ni media. Me entregué pacíficamente, les
explique lo ocurrido y les conté toda la historia... ¡Y me tacharon
de loco! ¡Pero si lo expliqué bien! Aún, hoy en día no puedo
entenderlo, quizás sea que hay que vivirlo. Al final va a resultar
que el loco soy yo. No... No me digas que tú también lo piensas.
¿¡Estás de su parte!?
Bueno queda poco tiempo ya, y oigo al carcelero viniendo para guiarme
a mi cita con el patíbulo.
Sólo te diré una cosa, a ti que te atreves a juzgarme y tildarme de
loco, a ti, que te atreves a tirar por tierra el vínculo nacido
entre el moribundo que confiesa y el confesor que le ayuda... Un día
te tocará a ti. Entraras en la más amarga de las depresiones,
alguien te estará sorbiendo la vida, el animo, la alegría, la
felicidad, no sabrás porqué, no lo entenderás, pero cuando
descubras que has dado con uno de estos vampiros, con una de estás
personas... Querrás acabar tan rápido con el problema que también
perderás el control, que también caerás en las garras de la
demencia, como yo. Y entonces te arrepentirás de haberte creído
mejor, distinto o a salvo, te arrepentirás de haber mirado con
arrogancia desde tu prisión de cordura y entonces tendrás el
derecho de entenderme, de releer o recordar estas palabras y sentirte
identificado con ellas.
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